
Noche del 30 de abril de 1945
Él ya se había suicidado. Se voló la cabeza de un disparo. Yo no fui capaz y opté por envenenarme con cianuro. Todavía los efectos no habían comenzado. A penas hace un día nos habíamos casado y habíamos celebrando nuestro enlace con un modesto almuerzo. Él estaba allí tirado; mientras miraba la pequeña herida que era como una moneda en su frente no podía dejar de pensar en toda la paranoia que nos había rodeado desde meses atrás, cuando las fuerzas soviéticas entraron en Ber

El artista
Miro la escena maravillado. Jamás en mi vida trabajé con tanta precisión. Jamás los colores casaron de una manera tan perfecta. Realmente me he esforzado esta vez, y el resultado me deja impresionado. Les he puesto unos vestidos realmente bonitos. Sedas de gran calidad. Es lo mínimo que se merecen. Por supuesto, les he drenado la sangre, como siempre hago. No quiero que ensucien la escena. Tanto Lidia como Clara lucen una hermosa palidez. El surco morado que ha dejado la cuer