
Rivales
La amiga estaba sentada entre los dos. Les pidió que fueran a un sitio neutral donde pudieran hablar uno después de otro, dialogando y sin gritarse. Pero era tanta la tensión que lo único que hicieron fue comer, ni se miraron. —Creo que esta situación me supera —dijo Mary aprovechando que ambos tenían la boca llena—. Os quiero mucho a los dos y no voy a tomar partido por ninguno. Yo no soy una terapeuta y creo que deberíais acudir a un experto. —¿Y qué le contamos? —dijo Hila

Pentagrama
Cuando entro en la sala de rehabilitación siempre cierro los ojos. Y sigo con ellos cerrados hasta que termino de hacer los ejercicios en las espalderas. Ya sé que es obsesión mía, que es absurdo que el reloj que preside la pared situada frente a mí siempre marque el mismo número estén donde estén sus agujas. En vez de la numeración habitual sólo tiene cuatro palotes y una raya que los atraviesa, como una lanza cortándolos por la mitad, en un recordatorio infinito de la hora

Aparcamiento de Gran Vía. Plaza 32, sotano 1.
Me llamo Salustiano Peláez García, y soy de Puertollano. Empezada así, mi historia es posible que no les diga nada, que incluso ni llegue a engancharles. Circunstancia que me colocaría en el mundo de lo anodino, y a ustedes les haría perder el tiempo. Probablemente, y con toda seguridad, después de mi presentación, se hayan quedado con lo vano de mi nombre y con mi ubicación geográfica, lo que seguramente les haya llevado a imaginarme bajito, algo grueso, de barriga generosa,