
Rivales
La amiga estaba sentada entre los dos. Les pidió que fueran a un sitio neutral donde pudieran hablar uno después de otro, dialogando y sin gritarse. Pero era tanta la tensión que lo único que hicieron fue comer, ni se miraron. —Creo que esta situación me supera —dijo Mary aprovechando que ambos tenían la boca llena—. Os quiero mucho a los dos y no voy a tomar partido por ninguno. Yo no soy una terapeuta y creo que deberíais acudir a un experto. —¿Y qué le contamos? —dijo Hila

Un día más, pero diferente
Como todos los días, a esa misma hora, se oyó la campana que anunciaba el final de las clases. Llegaron las voces, los gritos, las carreras, las risas. Un inmenso ruido que los profesores habían interiorizado, pero que para cualquier otro menos acostumbrado se asemejaba a un furioso vendaval. En medio de toda esa vorágine se abrían paso las voces de los padres que, de alguna forma milagrosa, conseguían hacerse oír por su prole, en una conexión casi sobrenatural. Estas pautas

Pentagrama
Cuando entro en la sala de rehabilitación siempre cierro los ojos. Y sigo con ellos cerrados hasta que termino de hacer los ejercicios en las espalderas. Ya sé que es obsesión mía, que es absurdo que el reloj que preside la pared situada frente a mí siempre marque el mismo número estén donde estén sus agujas. En vez de la numeración habitual sólo tiene cuatro palotes y una raya que los atraviesa, como una lanza cortándolos por la mitad, en un recordatorio infinito de la hora

Demasiado blanco, suficiente negro
Ha vuelto a fallarse. Lucha, coge aire. Se mira en el espejo y se anima a sí misma. Baila desnuda por toda la casa e intenta quererse un poco. Recoge las flores que nunca le regalarán y llora por todo aquello que no perderá. Por una parte bien, por otra parte mal. No consigue dejar de contradecirse; demasiado blanco, el suficiente negro. Intenta averiguar qué es correcto y qué no, pero solo encuentra grises. Se finge a sí misma una sonrisa, se finge libre, se finge bien para

Noche del 30 de abril de 1945
Él ya se había suicidado. Se voló la cabeza de un disparo. Yo no fui capaz y opté por envenenarme con cianuro. Todavía los efectos no habían comenzado. A penas hace un día nos habíamos casado y habíamos celebrando nuestro enlace con un modesto almuerzo. Él estaba allí tirado; mientras miraba la pequeña herida que era como una moneda en su frente no podía dejar de pensar en toda la paranoia que nos había rodeado desde meses atrás, cuando las fuerzas soviéticas entraron en Ber

El artista
Miro la escena maravillado. Jamás en mi vida trabajé con tanta precisión. Jamás los colores casaron de una manera tan perfecta. Realmente me he esforzado esta vez, y el resultado me deja impresionado. Les he puesto unos vestidos realmente bonitos. Sedas de gran calidad. Es lo mínimo que se merecen. Por supuesto, les he drenado la sangre, como siempre hago. No quiero que ensucien la escena. Tanto Lidia como Clara lucen una hermosa palidez. El surco morado que ha dejado la cuer

Aparcamiento de Gran Vía. Plaza 32, sotano 1.
Me llamo Salustiano Peláez García, y soy de Puertollano. Empezada así, mi historia es posible que no les diga nada, que incluso ni llegue a engancharles. Circunstancia que me colocaría en el mundo de lo anodino, y a ustedes les haría perder el tiempo. Probablemente, y con toda seguridad, después de mi presentación, se hayan quedado con lo vano de mi nombre y con mi ubicación geográfica, lo que seguramente les haya llevado a imaginarme bajito, algo grueso, de barriga generosa,